En dicho artículo, Nancy Robinson, vicepresidenta y encargada de estrategias de consumidores de Iconoculture, una empresa estadounidense que detecta tendencias de consumo, apunta que “estamos hablando de una generación cuyos miembros tienen la habilidad de estar en contacto entre ellos al instante a edades cada vez más tempranas”. Hasta aquí todo bien. La existencia de esta nueva generación es una realidad. No hay más.
Pero ahora vienen algunas afirmaciones que me han asustado (o tal vez entristecido…). “Su capacidad de sorpresa es casi nula. Lo conocen todo. Lo controlan todo. Saben cómo funciona todo y no conciben que no haya nada que un mando a distancia no pueda cambiar. Ante este panorama, los profesionales del márketing y de la publicidad se preguntan cómo llegar a este público con semejante potencial de compra.” Y no me entristece por el hecho de que los profesionales del marketing estén desconcertados, me entristece porque tener una capacidad de sorpresa “casi nula” con 10 años me parece realmente preocupante.
El artículo acaba diciendo que “nada te para. El reto es experimentar. Estamos obsesionados con descubrir nuevas experiencias, con sentir la sensación de la ‘primera vez’. Las cosas se han vuelto demasiado fáciles y aburridas. Siempre nos preguntamos ¿qué puedo probar que sea diferente?’.” Creo que eso explica muchas cosas. La búsqueda de nuevas experiencias puede resultar, a veces, peligrosa. O cuanto menos, arriesgada. Especialmente si los que buscan las novedades son adolescentes o niños.
Al leer esta noticia me ha venido a la cabeza ese mail que seguramente todos habréis recibido alguna vez sobre la “generación no We”, formada por esos que no teníamos móvil a los 5 años y que las tardes de los sábados veíamos “Club Disney”. Esa generación analógica que algunos, como Mario Corujo , llaman “Generación Nocilla” y que otros prefieren llamar “Generación X”. Recuerdo la primera vez que mi hermana me habló de Internet y también el primer ordenador que entró en casa, poco antes de empezar la universidad. No digo que la generación actual sea mejor ni peor, cada uno vive la época que le toca vivir. Sólo me preocupa que las nuevas tecnologías acaben con la capacidad de sorprender a los niños, porque creo que la sorpresa es lo más bonito que tiene la infancia. Y yo, afortunadamente, aún me sigo sorprendiendo.