¿Son las convocatorias de prensa un ejercicio de egocentrismo?

“Convocatorias de prensa: ¿información valiosa para el medio o un acto de egocentrismo?”. La frase no es mía, aunque la comparto totalmente. Es de María, una lectora de Blog-o-corp que me envía esta reflexión vía e-mail (¡gracias!). El dilema surge a raíz de esta nota, no por la nota en sí, sino por lo que supone. Sólo hace falta ver el título para entenderlo: “ESTA SEMANA: Hasta 15 convocatorias de prensa”. Parece de chiste, pero no lo es. Si contamos que una semana laborable tiene 5 días, de lunes a viernes, esto supone 3 convocatorias al día, suponiendo que estén perfectamente repartidas, cosa que no suele ocurrir. Y la pregunta entonces es: ¿las 3 ruedas de prensa aportarán información interesante, útil y relevante para el periodista? Tengo mis dudas.

Estoy segura que en muchas de estas convocatorias, la agencia de comunicación que lleva la cuenta habrá recomendado al cliente no convocar a los medios para dar a conocer tal noticia y le habrá explicado que existen otras formas de informar a los periodistas, mucho más efectivas y económicas (a nivel de dinero, de tiempo y de paciencia, que no es poco). Pero claro, a menudo el cliente no quiere ni oír hablar de ello. Desgraciadamente, es habitual que los clientes traten a las agencias como meras ejecutoras a las que no hay que consultar nada, por una mezcla de aquello de que el cliente siempre tiene la razón y de que quien paga manda. Triste, pero real. ¿Dónde queda aquí la estrategia?

El resultado es por todos conocido: saturación de la agenda de los periodistas y el posterior cabreo ante un tema irrelevante, que puede tener consecuencias penosas cuando realmente haya una noticia importante sobre esa empresa, pues puede que el periodista no quiera ni oír hablar del tema.

“¿No será que en todo eso hay un porcentaje de vanidad?”, apunta María. ¡Cuánta razón tiene! Es obvio que para toda empresa los temas que ella misma genera son importantes, pero ya es más difícil que acepte que quizá ese tema no interesa a toda la sociedad, sino sólo a un determinado colectivo, por ejemplo. De ahí la importancia de la fragmentación de audiencias. Pero claro, muchas veces la empresa-cliente no ve más allá de su ombligo y pretende que eso salga en portada de todos los medios (que salir en una página par interior no vale nada, ya se sabe, y nótese la ironía).

Este fin de semana leía en el libro Desastres de la información, de Josep Cobarsí, editado por Infonomia, que eso de que el cliente siempre tiene la razón es cierto, pero con mesura. Y precisamente esa mesura es la que no suele darse. En el capítulo 25, titulado “El auge del ‘protestantismo’” (entre comillas, porque se refiere a la acción de protestar, nada que ver con el significado religioso), el autor nos dice que “una cosa es que una organización de servicios moderna deba estar centrada en el cliente. Y otra que (…) deba decir “sí a todo”. Teniendo en cuenta que “todo” puede incluir pretensiones absolutamente fuera de lugar y de tiempo”. Aunque el capítulo del libro se refiere a quejas y reclamaciones, creo que la idea bien puede aplicarse también en este caso.

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