Internet no olvida. No sé las veces que habré escrito y pronunciado esta frase. Pues bien: un suceso reciente nos demuestra las implicaciones que esto tiene a nivel práctico en nuestra vida diaria. Seguro que todos recordáis el incidente de la Diagonal de Barcelona en el que un joven agredía a una mujer y provocaba su caída mientras sus amigos grababan la escena con el móvil para compartirla después en redes sociales.
Los Mossos pidieron colaboración ciudadana para encontrar al agresor y una vez más se demostró el poder colaborativo de las redes sociales (y también la otra cara que puede tener la participación ciudadana masiva y anónima: Un joven de Tortosa confundido con el agresor de la Diagonal recibió más de 150 insultos por Twitter). Pero quedémonos ahora con la parte positiva: se produjo una auténtica redada en las redes sociales para identificar al agresor y, finalmente, el joven se entregó «por la presión mediática y policial».
Poco a poco, fuimos sabiendo más datos sobre este joven de 24 años natural de Talavera de la Reina. Incluso descubrimos que no era la primera gamberrada de este estilo que protagonizaba, aunque su anterior fechoría no tuvo tanta difusión y no alcanzó el nivel de viralidad logrado con el último vídeo.
El agresor fue detenido y prestó declaración, y a las pocas horas fue puesto en libertad con cargos. Se le acusa de vejaciones y se podría sumar un delito de lesiones en función de cómo evolucione el esguince de la víctima. Ahora será un juez de instrucción de Barcelona quien investigue y califique los hechos. Sin embargo, «el precio que pagará por esa burrada será mucho más alto que cualquier sentencia condenatoria que reciba de la justicia», escribía ayer Enric Sierra en La Vanguardia. Y añadía: «su reputación digital está por los suelos, y eso, hoy día, es casi más importante que un buen currículum».
Según Michael Fertik, «your ‘digital footprint’ – increases exponentially every time you go online. It is only a matter of time before each of us has a reputation score, just as we now have a credit rating. Reputation is becoming more valuable than money or power.»
>> Borrar la huella digital
El agresor intentó borrar su rastro digital eliminando todos sus perfiles en redes sociales pero ya era demasiado tarde: si hoy buscamos su nombre en Google aparecen más de 485.000 resultados. «De ahí que los expertos en reputación online le recomienden que cambie de nombre, o al menos el orden de sus apellidos, si quiere encontrar trabajo algún día», escriben en El Mundo.
Ya alertaba Eric Schmidt, de Google, en 2010, que en el futuro los jóvenes tendrían que cambiar de identidad para escapar de un pasado digital lleno de juergas que ahora se registra con absoluto detalle en las redes sociales. No sé si será necesario llegar a cambiar de nombre pero lo que está claro es que este caso nos demuestra, una vez más, lo importante que es ser conscientes de nuestros actos y de lo que compartimos en redes sociales. Eso y gestionar activamente nuestra presencia y nuestra reputación digital.
Como escribe Ben Mezrich en Multimillonarios por accidente, “en Internet nada se hace a lápiz, todo se hace a boli”. Sí: todo lo que hacemos en la Red deja rastro. En 2009 explicábamos en Visibilidad. Cómo gestionar la reputación en Internet: «cada vez más, nuestras ‘huellas digitales’ permitirán que un tercero se forme una opinión sobre nosotros sin habernos visto nunca».
De momento, el derecho al olvido existe solo para casos muy concretos. Así que mi consejo es: tomad las riendas de la situación y trabajad vuestra marca personal (aquí tenéis algunos consejos sobre personal branding en Internet). ¡Internet puede dejar de ser el enemigo y convertirse en vuestro gran aliado!