Ayer fui a ver El lobo de Wall Street aprovechando la oferta de los miércoles de cine, una estupenda promoción que permite disfrutar de una película en pantalla grande por 3,90 euros. No voy a hacer una crítica de la película ni a explicaros el guión. Tranquilos, que no se trata de un post spoiler.
Supongo que todos sabéis que narra la vida del corredor de bolsa neoyoquino Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio), conocido como «El lobo de Wall Street». La cinta explica cómo llegó a convertirse en multimillonario aprovechándose del mercado de inversión estadounidense y nos muestra su extravagante vida, marcada por los excesos y el desenfreno.
Sin entrar a valorar las prácticas de este broker, me gustaría destacar dos momentos que me parecen dignos de enmarcar. Dos grandes lecciones de marketing y ventas, como dirían algunos.
Una ya se ha convertido casi en un clásico: «Véndeme este boli». Belfort le dice a un colega que le venda un boli y aquí tenéis su propuesta:
Belfort: Véndeme este bolígrafo.
Colega: ¿Quieres que te venda este boli? Está bien: escríbeme tu nombre en la servilleta.
Belfort: No tengo boli.
Colega: Exacto. oferta y demanda, amigo mío.
Belfort: ¿Veis lo que digo? Hay que crear necesidad. Hacer que quieran comprar las acciones, como si lo necesitaran.
Creo que no hace falta decir nada más… Belfort nos da la clave en unos segundos.
La otra perla la pronuncia la primera mujer de Belfort. Cuando la revista Forbes publica un perfil sobre el broker, el protagonista no queda demasiado contento con el resultado. Cree que el retrato de la revista no le deja en buena posición y que el hecho de que le presente como un Robin Hood que roba a los ricos para enriquecerse a sí mismo y a sus socios no le va a hacer ningún bien a su negocio.
Sin embargo, su mujer le comenta que sale muy guapo en la foto y que «no hay publicidad mala» (en la línea del «que hablen de mí, aunque sea mal» de Oscar Wilde). Y da en el clavo, porque el artículo contribuye a encumbrar la figura de este inversor sin escrúpulos. Tras la publicación, cientos de jóvenes se agolpan a las puertas de sus oficinas pidiéndole una oportunidad, seducidos por el dinero fácil.