Esta semana he leído varias noticias que me han hecho pensar en las diferentes lecturas sobre el significado de la transparencia que pueden hacer las instituciones. Ya hemos comentado en otros posts que hoy en día las personas pedimos a las organizaciones que sean honestas, coherentes y auténticas, es decir, que sean flawsome y practiquen la slow comm. Es curioso ver como algunas lo intentan, mientras que otras deciden conscientemente tomar el camino contrario.
El lunes, me sorprendían estas declaraciones del fiscal jefe de Marsella, Brice Robin, en una entrevista de El País, en referencia a la catástrofe de Germanwings: «Sigo en contacto con las familias de las víctimas del siniestro de Los Alpes». Y puntualizaba que: «En Francia tenemos la obligación de transparencia hacia las víctimas. Debemos ser fieles a la verdad y aportar los elementos que poseemos para esclarecer las causas del siniestro». La gestión de esta situación crítica me pareció «un ejemplo de rapidez y eficacia en transparencia informativa en gestión de crisis», como escribe Natalia Sara. Me he preguntado en numerosas ocasiones cómo se hubiera gestionado aquí una situación similar y dudo que la actuación de las autoridades hubiera sido tan rápida y transparente como lo fue allí. Luis Serrano hizo un buen análisis.
El miércoles, descubría a través de @rgprofesional1 este titular: Perfilan a siete candidatos para limpiar reputación de la FIFA. En este artículo se explica que entre las responsabilidades del sucesor de Blatter destacan «limpiar el nombre y la reputación de la FIFA, así como restituir la confianza en sus líderes». Nunca me ha convencido aplicar el verbo «limpiar» a este contexto; prefiero hablar de mejorar que, al fin y al cabo, es lo que creo que necesita la imagen de la FIFA. Para lograrlo debería empezar haciendo mejor las cosas y luego siendo una organización más transparente. Solo de esta forma podrá conseguir una mejora en su reputación: de nada servirán otros intentos de maquillar la realidad basados en mentiras y manipulaciones.
El viernes, PRNoticias publicaba un artículo sobre los cambios que Mariano Rajoy ha anunciado que hará en el Partido Popular durante los próximos días. Entre ellos, explican, parece que no se contempla el relevo de Carmen Martínez Castro como Secretaria de Estado de Comunicación, pese a que su política ha sido muy criticada. Casi cuatro años lleva Castro en el cargo, siguiendo la hoja de ruta que diseñó Pedro Arriola.
Durante este tiempo, la estrategia de comunicación de la Moncloa a nivel nacional se ha basado en el silencio: ruedas de prensa sin preguntas y, en algunas ocasiones, emitidas a través de un plasma. Una política de comunicación que podríamos calificar como la antítesis de la transparencia. A finales del 2014 se inició una nueva etapa de apertura mediática y Rajoy concedió entrevistas a medios internacionales e hizo algunas intervenciones en televisiones nacionales para explicar el nuevo relato: la recuperación. Un enfoque más aperturista, aunque muy lejano todavía a la transparencia que sería deseable y óptima.
Explican en PRNoticias que «la estrategia de Comunicación marcada por Martínez Castro tenía como punto final la recuperación económica como el relato estrella» pero «nunca se contempló la aparición de dos nuevas fuerzas políticas en la política nacional que romperían con el sistema de gobierno bipartidista PP-PSOE». Y precisamente este imprevisto no contemplado en la hoja de ruta se ha saldado con una debacle en las últimas elecciones autonómicas y municipales.
Tres maneras diferentes de entender el papel que juega la transparencia en la estrategia de comunicación de una organización. Desde el ejemplo de manual del fiscal jefe de Marsella sobre qué significa ser transparente y lo beneficioso que puede resultar para quien lo practica, a las antípodas, donde encontramos la estrategia de silencio y la negación protagonizada por el PP. Y de camino encontramos casos como el de la FIFA, en el que parece que importa más «limpiar la imagen» que replantearse la forma de hacer las cosas. Da que pensar, ¿no os parece?